Real Unión de Criadores de Toros de Lidia

Entrevista a Agustín Díaz Yanes

Agustín Díaz Yanes, cuya aventura equinoccial ha consistido sencillamente en conquistar lo que está ahí, en filmar lo que se ve, en descubrir lo obvio. Ahí es donde su primera y laureada película Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto se constituyó en una asombrosa y genial obviedad: pues claro que sabíamos que el toreo es grandeza y que la tragedia que lo envuelve es literaria, barojiana, misteriosa y desoladora. Pero era necesario decirlo, escribirlo con la cámara, atreverse a rodarlo. Lo cotidiano es misterioso, como bien sabía Kafka. Y Díaz Yanes, Tano para los amigos, se limita a filmar lo cotidiano respetando el aura de misterio, de epifanía pobre, que tiene la vida corriente. Lo dijo Novalis para siempre: «Otorgar a lo cotidiano la dignidad de lo desconocido». Eso es lo que hace este Director de Cine, que debiera reclamar para sí el lema de Novalis. Luego, el hijo de Michelín, la gran figura de plata, ha hecho «realismo mágico”, dicen las críticas de su último largometraje: Sin Noticias de Dios. Yo creo que si es realismo no es mágico, y a la inversa. La lucha entre el Bien y el Mal, ángeles leales y rebeldes… Todo eso está narrado magistralmente, claro, pero pertenece a un momento en que Díaz Yanes «fabricaba” su magia. Cuentan que en este film había un cuento de García Márquez. Aunque a lo mejor por entonces, no se inspirara en este escritor. Era una magia «narrativa”. El gran paso hacia sí mismo hacia la hiperrealidad lo da el cineasta cuando descubre que la cosa no consiste en construir situaciones mágicas, como el dramaturgo, sino en atenerse a la posible magia, secreto, misterio o gracia inefable de las cosas y los seres. Un niño, una madre, un matador, un toro son fabulosos en sí mismos, no porque se los sitúe de una manera insólita (surrealismo), sino porque la pátina de la mirada humana les ha ido dando la dorada mansedumbre del tiempo, del uso, de la vida. El toreo, pues, es el país de los sueños, el Macondo de Díaz Yanes. La realidad la perdimos con la inocencia, y esa es la historia de sus películas: a la busca de la inocencia perdida. De la realidad abolida por la sabiduría. Por el oficio. Señor Díaz Yanes, ¿Aguardamos al final de la entrevista o le pido sin más preámbulos un papel en su próxima película?. Lo dejo a tu libre elección… Pero es una broma, ¿no? Puede. Es que me vas a crear complejo de empresario de Las Ventas. Generalmente los que me llaman, me mandan curriculums o vídeos, son aquellos que están empezando. Cuando tu preparas un guión ya te ocupas de buscar a quien quieres. Los instalados, las figuras, no te persiguen. Tu les haces una oferta, taurinamente hablando, y ellos se encargan de aceptarla o rechazarla. Y a partir de ahí intentas componer el cartel de tu película Hasta ahora, ¿Victoria Abril ha sido la primera espada en su cinematografía? Hoy en día es una íntima amiga. Yo empecé en el cine con ella y para mí es la mejor actriz española de todos los tiempos. Además, me resuelve multitud de problemas. Quizá, y si hablásemos de una feria, te diría que es el puntal, la figura estrella. Y Fanny Ardant, un capricho, un lujazo… Hace diez años no se me habría ocurrido llamarla, pero mandamos el guión de mi última película Sin Noticias de Dios y a los seis o siete días, cuando regresaba a casa de la compra sonó el móvil. Era un peluquero colombiano, que me dijo: Estoy con la Señora Ardant y quiere hablar contigo. Ella me comentó que le había gustado mucho el guión y que nos veíamos en París para hablar. Me marché para allá y cuando iba camino de su casa pensé «y si todo ha sido una broma…”. Pero ella estaba allí y es maravillosa: aunque tu puedes conocer a una actriz, que sea muy amable, y el primer día de rodaje puede resultar ser un auténtico petardo. Es como si te anunciases con una ganadería de caché y luego aquello saliera ilidiable. O que tenga neuras de diva. Aunque yo primero intento informarme. Una actriz puede encantarte y luego volverte loco y traerte por la calle de la amargura. Como el torerillo que exige a todo el mundo el tratamiento de maestro. EL TERMINO MAESTRO ¿Ese término se ha desvirtuado?. Por supuesto. En la época de mi padre aquello era jerárquico total. Era de una diplomacia exquisita. Ahora a todo el mundo le llaman maestro por el sólo hecho de aparecer en los programas de cotilleo. Y eso es tremendo ¿Quién merece actualmente ese calificativo? Antoñete es un maestro y del resto tengo mis dudas…Bueno, y Curro Vázquez. Ese término debería de ir con la edad, con la solera y con el saber hacer… Dentro de diez o doce años José Tomás, un torero que me vuelve loco, tendrá el nombre de maestro. Sólo él y Curro me hacen coger el coche y desplazarme al fin del mundo. El de Galapagar tiene una personalidad fantástica y con la izquierda me parece extraordinario. Además, dónde los demás ponen la muleta él pone la pierna. Está llamado a ser un torero de época. Algunos ya le definen como la reencarnación de Manolete. Eso sería fantástico. Mi padre me inculcó el ser fan de Manolete y yo siempre he deseado hacer un documental o una película sobre el diestro cordobés. Me parece el no va más. Fíjate, en casa había dos retratos cuando yo era pequeño que me marcaron; uno era de mi padre y otro de Manolete. Ver a ese hombre en la faena al oro Ratón, es la bomba. Y sí, estoy de acuerdo con aquellos que dicen que José Tomás tiene mucho de Manolete. Hoy en día conocer su tauromaquia es fundamental. Decía Leonardo Da Vinci que: «el gran amor nace del gran conocimiento de aquello que amamos, y si tú ni lo conoces, no podrás amarlo o lo amarás pobremente”. Totalmente de acuerdo: Cuando tu llevas a alguien a los toros por primera vez es cómo si le llevases a la ópera: se enamora de lo que está viendo o le repugna. El hechizo del toreo está en que es muy pasional, muy directo. Yo llevé a un íntimo amigo mío a una corrida y tuvo la inmensa suerte de presenciar la faena de Paco Camino a un toro de El Jaral de la Mira. Y claro, ahí sucumbió y se quedó enganchado para siempre a la Fiesta. Aunque yo ahora me esté desenganchando un poco y prefiera hablar con los toreros más que ir a la plaza. ¿A qué obedece ese cambio?. Se me está haciendo pesado. El público se está volviendo un poco maniático y se tiende a la canonización de la plaza de toros. Ir a una corrida a Madrid, te hace pensar que vas a presenciar algo terrible. Esa manera de gritarle a un banderillero porque no esté bien colocado… no sé. Quizá eso sea correcto, pero a mí me desconcierta un poco. Cuando yo era más joven, cada torero tenía una forma distinta de torear y se aceptaba. Ahora me parece patético que todos los toreros tengan que torear igual. Y siempre escuchas la misma cantinela desde el tendido: crúzate, pónsela… Esto no es matemática pura: es un arte, como la pintura, la música, el cine. Luego usted es un artista Se supone que los cineastas lo somos. Para mí un artista era Velázquez, a partir de ahí que la gente decida lo que soy. Yo tengo un respeto inmenso por todas las artes y me siento especialmente sensibilizado con el toreo. Siempre me emocionó ver a mi padre vestirse de torero. Su profesión lo era todo y si un día le había rajado el capote, traía un cabreo monumental. Y supongo que yo he heredado de el ese perfeccionismo y el amor a esta profesión. LA PROTECCIÓN DE LOS ANIMALES ¿Usted soñó con vestir el traje de luces?. Por supuesto. Si ser director de cine es una tontería: pero por respeto a los toreros no puedo decir que yo lo intenté. Lo pensé, se lo conté a mi padre y el nunca quiso. Sin embargo, cuando tenía diecinueve años entrené con él, fui a torear algunas vacas y enseguida comprendí que era muy complicado. Aquí se debe de empezar desde muy pequeñito. A esa edad yo estudiaba Filosofía y Letras, estaba metido en otras aventuras y me retiré mentalmente. De todos modos, en mis películas siempre voy a sacar algo de toros. Es una superstición. ¿Cómo se torea a la cámara? Con dificultad. La cámara es el toro y dónde la vas a poner es lo más complicado. Pero al final cuentas con la ayuda del fotógrafo, con cierta experiencia y con una gran dosis de valor… ¿Para cuándo otra película de temática taurina?. No descarto esa idea, pero con los toros tienes un grave problema porque haces un largo y sólo lo puedes presentar en España, México y el Sur de Francia. Las leyes de protección de animales impiden completamente que puedas sacar toros. Ese es un problema grande y del que nadie habla. Y luego sucede otra cosa. El toro no es un actor y no le puedes decir ponte aquí, allí o vuelve a repetir y los toreros son pésimos actores. Sólo puedes filmarlos en una plaza de toros y en una corrida de verdad a las cinco de la tarde. Aunque lleves a unos extras y al Juli o José Tomás a las 12 de la mañana y les pongas en el ruedo el efecto no es el mismo. Para empezar, el toro sale afeitado y las caras no muestran ni el valor ni el miedo que pasan en un festejo de verdad. La única película taurina que me gusta es la de Procuna, la de Carlos Belo, Torero Lo que hizo el director fue rodar la vida del mexicano, pero de verdad, siguiéndole tres años de plaza en plaza. Entonces ves a Procuna salir a La México con una cara desencajada. A mí me pasó algo semejante cuando filmé Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. La gente del cine no comprendía como había cogido de Canal Plus las imágenes de Curro Vázquez en la puerta del patio de cuadrillas de Las Ventas el día que mató los seis toros. Y me decían: «Oye, si es amigo tuyo, le traemos un mañana y le vestimos de torero…”. No entendían que hubiera estado hecho un pincel, pero esa expresión de su rostro no la hubiéramos conseguido en la vida… Además tienes que contar la vida de un torero cuando tenga una historia grande detrás, como la de Antoñete, con triunfos, retiradas, fracasos… y dentro de quince años me gustaría contar la de José Tomás. Es un sueño ¿Y sería rentable? Bueno, yo he ganado dinero en el cine. No como para tener un cortijo, pero si para vivir bien. Además debe de ser aburridísimo estar todo el día en el campo… ¿Pisando bostas de vaca?. Eso debe de ser la leche y ahí no entiendo a los toreros. Si es mucho más molón comprarse un piso en la Castellana, que una finca y un mercedes. Si yo fuera figura del toreo, invertiría en bolsa. ¿Y en crítica? Bueno, antes si se hacía. Ahora los tiempos han cambiado. Esas cosas son de otra forma. Todo es más fino, más sibilino. Ahora funcionan las stocks options, y un crítico, sea de la rama que sea, puede tener un chalé en Estepona, un mercedes, unas vacaciones en Cancún… quizá antes era más honesto. Los tiempos han cambiado mucho. De todos modos, los críticos tienen que existir, aunque a mí no me seduce la idea de un crítico de nada. Y eso que los comentarios que me hacen a mí los tomo con mucha tranquilidad y no me afectan. Y volviendo al tema taurino, leo a Barquerito, que es íntimo amigo mío, y a del Moral y a Arévalo. Yo no me considero un hiperexperto, pero si un buen aficionado y últimamente escucho cada comentario que me deja asombrado. Para mí el mejor es Antoñete porque veo el respeto y la grandeza con que trata a la Fiesta y a sus compañeros y eso es digno de alabar. por Marisa Arcas [01/01/2002] Fotos: Alberto Simón